Me gusta observar el mundo. De vez en cuando decido hacerme invisible y observar lo que pasa a mi alrededor y a la vez imaginar cómo será la vida de tal o cual persona.
Me encanta ir en autobús por la ciudad y entrever las casas de los demás a través de balcones y ventanas e imaginar qué estarán cenando o incluso cuál será el tema de conversación entre ellos. Y es que el mundo está lleno de individuos con una vida propia que nada tiene que ver con la nuestra y que seguramente alguna vez han pensado esto mismo.
Hace tiempo solía preguntarme ¿cuántas personas ahora mismo estarán haciendo lo mismo que yo? ¿Habrá alguien ahora mismo en el mundo reflexionando sobre este tema y plasmándolo en un blog? ¿En algún momento somos los únicos del mundo que estamos haciendo algo?
Supongo que por mi gusto a observar lo que hacen los demás, me tiene fascinada por un lado la literatura y por otro los reality shows. Y en especial Gran Hermano, para muchos el reality en el que no pasa nada de especial. Delante del televisor puedo convertirme en espectador invisible que no tiene que imaginar pero que a la vez se ve implicado en la vida de los demás de forma pasajera.
Y esa es la magia de este reality: te permite conocer a gente, ver como actúan, como reaccionan, como viven su vida cotidiana allí, hasta que se acaba. Sin que te lleves sus preocupaciones y problemas. Hasta que se cierra el libro.
No me avergüenzo, yo veo Gran Hermano. Eso sí, si las personas que hay dentro tienen una historia que contarme. De Carlos Ruíz Zafón, por desgracia ya hay uno...
