viernes, 22 de junio de 2012

Letras arbitrarias I


A punto de estrenar la temporada, lanzo una reflexión que me ha tenido entretenida casi toda mi vida. Las canciones y la filología me han abierto un campo enorme que me ha permitido imaginar procesos de creación bien curiosos dentro de lo casi inexplicable.
Al grano. El tema a tratar va a ser el de las letras de las canciones. Es obvio que la mente de un letrista, como la del arquitecto de parkings, tiene algo de perverso. No puede ser que de alguien en pleno juicio salgan semejantes incongruencias. Entre sus neuronas tiene que haber algo distinto, arbitrario, que responde de manera curiosa a los estímulos eléctricos.
¿No tenéis la sensación a veces de que las letras de algunas canciones están hechas por 4 o 5 personas diferentes que escriben la frase que les da la gana y depués las ordenan por orden... alfabético?
Hay dos casos y un adelanto navideño que quiero analizar. Pero es que hay tantas...
Nos vamos al año 2002. ¿Como olvidar la fiebre eurovisiva que nos entró a todos con "Roza d'Ehpaña" y ese Europe's living a celebration? EL título en sí, ya es merecedor de análisis pero me da pereza. Me quedo con las dos primeras frases de la canción, hechas obviamente por un perverso letrista frustrado, cabreado y bastante estúpido que plasmó en ellas su mala leche:

Estoy feliz de encontrarme hoy aquí
Y no me preguntes más por qué


¡Cantar o escuchar eso ya molesta! ¿Que significa y no me preguntes más por qué? ¿Cómo se puede mandar a un festival lleno de concordia y florecitas semejante grosería? En fin...

Siguiendo con los triunfitos, unos años después alguien le jugó una mala pasada a Chenoa. Encontrábase el letrista con una letra profunda al estilo del Juntos de Paloma San Basilio. La tituló Dibujo todo sin color. Hasta ahí bien a pesar de la gran cantidad de pareados facilones que la forman. Pero una buena tarde se le fue la inspiración al letrista y no sabía como continuar. ¿Qué hizo? Recurrir al viejo truco: aquí no sé que poner, así que pongo "nananananana" y después de cenar ya se me ocurrirá algo. Pero el mundo de los letristas es muy ajetreado y caprichoso, se entusiasman con cualquier nuevo proyecto dejando el anterior a medias. Y eso pasó. Entregó la canción a la pobre Chenoa sin haber cambiado el parche... Y obediente que es una, pues:

Dibujo todo con color y siento nananananana en mi corazón


Si algún día se reedita la canción y puesto que soy buena persona, desde aquí voy a darle ideas al letrista:

Dibujo todo con color y siento la emoción en mi corazón
                                    y siento abejitas en mi corazón  ;-)
                                     y siento caracolillos en mi corazón
                                    y siento el blanco y negro en mi corazón
                                    y siento Marina d'Or (emplazamiento pubicitario) en mi corazón
                                    y no me preguntes más por qué


Opciones mil...

Por último me remontaré a la época en la que la tradición oral imperaba y en la que, gracias a este villancico, tenemos indicios de un caso de bipolaridad del copista.

Se cantaba un villancico que hablaba de una burra que iba a Belén cargada de chocolate. Antes que nada diré que no tengo muy claro que conocieran el cacao en esa época y menos en Belén pero es un mal menor. Decía la canción:

Hacia Belén va una burra
Cargada de chocolate
Lleva en su chocolatera
Su molinillo y su anafre


Cuenta la historia que el copista de guardia encargado de materializar la tradición oral era un becario no demasiado aplicado que tenía problemas para conjugar los verbos y también de orden. Era una persona dispersa, de esas que hacen mucho y no hacen nada, que cumplía con el castigo de conjugar el verbo remendar. Andaba él conjugando (gerundio)

Pretérito imperfecto del indicativo: Yo me remendaba
Pretérito perfecto: Yo me remendé
Perífrasis verbal : Yo me eché un remiendo
Pues no me gustó: Yo me lo quité

Como había escasez de papel y era poco meticuloso, el becario recogió el villancico en la hoja en la que copiaba 100 veces su castigo.
Pero el pobre copista murió atropellado por una bicicleta que accionaba insistentemente el timbre para que este se apartara mientras tomaba nota de lo que cantaba el pueblo.
Con todo el desbarajuste, un aprendiz de becario de copista recogió el bloc del atropellado y se marcó un gol haciéndonos llegar las palabras de uno de los primeros letristas bipolares de la historia. Y tal cual quedó:

Hacía Belén va una burra rin rin
Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Cargada de chocolate
Lleva en su chocolatera rin rin
Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Su molinillo y su anafre


Nótese la categoría de la burra que en esa época poseía sus propios instrumentos de molienda y cocción. Alucinante...

Hasta aquí este primer episodio. No prometo una segunda parte en breve porque arduo es el análisis. Pero habrá más, lo prometo.
















martes, 5 de junio de 2012

Perro ladrador...

Se enfada consigo mismo por no ser capaz de morder...
Hace una temporada - que dura ya demasiado- vivo enfadada con el mundo. Veo como a mi alrededor la gente no tiene ningún pudor en mentirte, en tomarte el pelo, en aprovecharse. Y lo peor de todo es la impunidad que parece que sobrevuela todos sus desmanes.
Mientras, me voy llenando de bilis ante estos comportamientos injustos y me enveneno y me sulfuro y me enervo y me enojo y me cabreo y me exalto y me rebelo y... Me callo...
En mis Mundos de Yupi me imagino plantándoles cara a todos esos estafadores. Se me ocurren mil frases ingeniosas que les dejarían sentados. Pero son fanfarronadas. No soy capaz...
Y entonces se retroalimenta mi enfado, pero en este caso contra mí misma por ser cobarde. Por imaginar tan buenas escenas, con magníficos argumentos que se quedan ahí, en mi filmoteca particular. Será que tengo demasiada educación para ponerme a su nivel a pesar de lo mal que me siento? Será que al final me sabe mal? La cuestión es que me quedó ahí, calladita, para acabar quejándome después a solas frente al espejo.
Hasta que un día me armo de valor y exploto de tal modo que nadie entiende nada... Como en el chiste del gato hidráulico.